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PokeFábula: Heracross

jueves, 25 de agosto de 2011



Fábula del continente de Johto

Los Heracross son unos pokémon curiosos que por su forma recuerdan a los escarabajos, incluso sorben miel que la gente deposita en los árboles, sin embargo les encanta medir sus fuerzas. Y eso es algo que a veces puede traer problemas. O almenos eso es lo que les cuentan a los niños abusones en Johto.

En el Encinar había dos Heracross que eran conocidos por su gran rivalidad; eran Heririn y Hermenendo. Se pasaban cinco días de la semana entrenando para enfrentarse entre ellos, un día para el enfrentamiento própiamente dicho y un día para descansar. Como creían que eran fuertes y a través de sus duras batallas se veía su gran poder nadie los odiaba, pero tampoco eran demasiado queridos porque tras sus combates dejaban áreas enteras del Encinar patas arriba que tocaba recoger a los otros habitantes del Encinar.

Un día Hermenendo y Heririn se enfrentaron en una de las más duras batallas que los pokémon más ancianos del Encinar recuerdan. Había Pinecos que se autodestruían de puro miedo, y los Oddish y Gloom se apartaban para no recibir ninguno de los Tajos Aéreos de los dos Heracross. Árboles que caían y rocas partidas, además de diversos huecos en el suelo fueron resultado de tan titánica batalla, los dos Heracross cayeron rendidos.

Los habitantes del Encinar se reunieron en consejo de emergencia. El sabio Golduck de la charca propuso la expulsión de los dos Heracross, en lo que todos los representantes de los pokémon estuvieron de acuerdo; entonces el mismo Golduck se acercó con gestos solemnes a los todavía exhaustos Heracross y de la mejor manera que pudo les comunicó que estaban desterrados del Encinar y que disponían hasta el anochecer para partir. Los Heracross no mostraron interés alguno en las palabras del sabio Golduck, es más, siguieron descansando hasta pasada la medianoche. El Golduck les advirtió que sufrirían su ira si no abandonaban el Encinar, pero los Heracross que ya estaban en plenitud de fuerzas se opusieron al sabio, encarándosele, preparados para atacar. Sintiéndose atacado por semejante insolencia y prepotencia los ojos del Golduck, que descendía de una saga de psíquicos, empezaron a brillar con un extraño brillo rojo; Los Heracross se sentían mareados, como si una fuerza invisible los estuviera agitando por dentro. El Golduck había usado Psíquico. Acto seguido, sin dar tiempo a reaccionar, el Golduck siguió su ofensiva con Anulación, lo que dejó a los Heracross inmóviles. Finalmente de la boca con forma de pico del Golduck apareció un tremendo chorro de agua capaz de perforar una fina plancha de acero; la Hidrobomba mandó a Heririn y a Hermenendo volando hasta las Ruinas Alfa.

Mojados, y tremendamente humillados, los Heracross entraron en la Cueva Unión. Era un lugar lóbrego, poco acogedor y hogar de fuertes pokémon, si entraban en territorio hostil. Por lo pronto la advertencia del Golduck ya la habían deshechado y empezaron a pegarse con unos Graveler para desquitarse. Después recibieron unos Ratatta que habían venido a ver qué era origen de tal estrépito, y los Raticate que los acompañaban. Los Golbat que vinieron a continuación fueron algo más difíciles de batir, más que nada por diferencias de tipos, pero recibieron tanto o más que el resto de pokémon. Humildes no serían Heririn y Hermenendo, pero el no querer hacer discriminaciones por cuestión de raza o tipo sí lo tenían.

Anduvieron por la Cueva Unión hasta que encontraron una salida; ¡Pero era la misma por la que habían entrado! Así que volvieron a entrar. Todo era igual que antes excepto que ahora tenían la sensación de que estaban siendo observados. Los pokémon que habitaban la cueva huían nada más verlos, y eso causaba un sentimiento de poder, de dominación en Heririn y Hermenendo indescriptible, así que siguieron andando como si estuvieran en una nube por la Cueva Unión.

Al cabo de un rato encontraron una salida al exterior, y tras asegurarse de que era diferente que la de la vez anterior salieron, pero ¡estaban en el mismo lugar que antes de entrar! Como no podía ser de otra forma, volvieron a adentrarse en la cueva. Todo seguía igual que antes, pero esta vez hicieron el trayecto más deprisa hasta encontrar una salida. Sin embargo, por algún motivo desconocido acabaron en el mismo lugar que antes de entrar.

Presos de una infinita cólera volvieron a entrar, pero cada vez que intentaban hablar con los lugareños pokémon eran evadidos, sin apenas dar oportunidad de empezar una conversación. Por más que lo intentaban no obtenían respuesta, hasta que llegaron a la casilla de salida. Entonces notaron como una fuerza los empujaba a andar, sin saber exactamente hacia dónde. Extrañados se dejaron llevar, pues parecía su única esperanza de llegar a algún sitio.

La misteriosa fuerza dejó de hacer efecto justo delante de una apertura en las rocas. Los Heracross entraron, descubriendo una acogedora sala, decorada con bastante mal gusto. En el fondo de la sala había un curioso pokémon pájaro. Era el sabio Xatu, un ermitaño pokémon que no salía al exterior y que pasaba horas enteras meditando en su estancia. Con su pose habitual de no estar físicamente donde estaba el resto de su cuerpo y mirando al infinito, su ojo derecho observaba el futuro mientras que su ojo izquierdo ojeaba acontecimientos pasados. El Xatu dio media vuelta y se dirigió a los dos Heracross.

Su voz era pausada y parecía no estar dirigiéndose a nadie, excepto que no parecía que hubiese nadie más en la sala para recibir el mensaje; "¿Creéis que ser poseer el poder para ser temidos es loable y digno de admiración? ¿Acaso la violencia soluciona todos vuestros problemas? ¿Habéis encontrado el camino de salida?" Los Heracross empezaron a entender de qué estaba hablando el Xatu, que siguió con su discurso.

"Notaba vuestra impotencia mientras andábais por los interiores de la cueva la cuarta vez que entrábais y ningún pokémon quería ayudaros. Aunque vuestra presencia la he notado la primera vez que entrábais, cuando habéis atacado a todo cuanto se movía he decidido seguiros. Como vuestra mente era un libro abierto habéis caído presa de mi Rayo Confuso con suma facilidad y no me ha costado engañaros para que anduviérais en círculos todo el rato, como habréis bien comprobado la segunda vez." Los Heracross que ahora se sentían engañados, y muy furiosos atacaron al Xatu, que no se movió, excepto por sus ojos, que emitían un débil brillo. La embestida de los Heracross fue terrible, hubiera detenido fácilmente la carga de un Tauros salvaje. Pero en el momento de golpear se dieron cuenta que en realidad se habían pegado a sí mismos, y los ojos del Xatu brillaron ahora con algo más de chispa, preparando una Premonición. Dijo:"Habéis vuelto a ser víctimas de mi Rayo Confuso, y esto no cesará hasta que os déis cuenta de vuestros errores." Los Heracross, haciendo oídos sordos volvieron al ataque, ahora con un temible Tajo Umbrío, pero lo único que consiguieron es dejarse los caparazones llenos de arañazos, y el Xatu seguía inmóvil, aunque ahora sus ojos emitían un brillo violeta, los Heracross fueron víctimas de unas temibles Tinieblas. Finalmente un estruendoso destello golpeó a los Heracross. Era la Premonición.

De repente todo había oscurecido. Únicamente se veían los dos Heracross, y más allá del horizonte lo único que se veía era oscuridad. De pronto todo se tornó de tonalidades rojizas y vieron como de la más desesperante de las oscuridades pasaron al más infernal de los volcanes, y entonces dos llamas los rodearon. Y con un aullido que les puso los pelos, que no tenían, como escarpias, apareció el legendario Entei, señor del elemento fuego, que primero los miró con desprecio, mal presagio. Después los miró con furia y acto seguido disparó una tremenda Llamarada. Y los Heracross empezaron a arder.

En realidad los Heracross estaban arrodillados, apoyando las manos en el suelo, delante del Xatu en la estancia de la cueva, pero ellos únicamente veían como sus cuerpos estaban bañados en llamas. De pronto el Xatu hizo un sonido como de chascar dedos pero con el pico y los Heracross despertaron de su agonía. Entonces el Xatu volvió a repetir el mensaje que les había dado antes, y ahora lo comprendieron. Se despidieron del Xatu y con sus alas brunziendo al máximo salieron disparados hasta el Encinar.

Una vez allí fueron a hablar con el Golduck, que vio el arrepentimiento en sus ojos. Tras acabar de disculparse con el Golduck hicieron lo propio en un acto público en el Encinar y se dispusieron a ayudar a reconstruir la parte del bosque que habían destruído.

Después de aquel fatídico día montaron una escuela de lucha, para que los más débiles pudieran aprender a defenderse, en uno de los claros del Encinar que dejaron sin reconstruir, como recordatorio de lo que la potencia sin control es capaz de hacer.

1 quejas:

scaramanga dijo...

Moraleja:

"Sin control la potencia
si se aplica sin ton ni son
acaba con toda conciencia
mirad a Lewis Hamilton!"