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Crónicas de Ivalice: Historia de una condena - III

jueves, 14 de junio de 2012

Capítulo Tercero: Recogida de Hierbas

- Recogida de hierbas -

Necesito hierbas que crecen en la Florest de Turc, pero hay dos incovenientes: primero que tiene que ser de noche, y derivado de esto es que hay hombres lobo rondando la zona. Busco clanes que puedan proveerme de una cantidad razonable de estas hierbas por una recompensa a convenir.

Sabio Lothost, sabio pero no guerrero de Camoa.


Gides e Ilwulf habían leído al mismo tiempo esa misión que, a pesar de los hombres lobo, aparentemente era bastante simple.

Abandondaron el tablón de anuncios y el cuartel del Ejército de Yutolandia de Camoa y volvieron a la urbe. Gides propuso a Ilwulf pasar primero por la tienda y comprar un arma.

- "Mira Ilwulf, creo que ambos deberíamos ir armados porque nunca se sabe cuando un enemigo o un loco o un monstruo o Watkins nos puede atacar, y para completar la misión sería recomendable que vayas armado. Los licántropos son muy peligrosos."
- "La cuestión es que por ahora los fondos del clan son nulos..." - respondió Ilwulf
- "Ahí es donde quería llegar, Ilwulf. Por el momento haré una donación al clan de mi propio bolsillo para poder comprar un cuchillo, ¿qué te parece?"
- "Mmm... bueno, me parece bien. Gracias"
- "Como la misión decía "recompensa a convenir", de lo que saquemos tenemos que contar el porcentaje décimo a devolver y ver si podemos conseguir algún beneficio, o si por contra deberemos esperar a la siguiente misión." - aclaró Gides
- "Cierto" - terminó Ilwulf.

Charlando habían llegado a la tienda de armas y armaduras de Camoa. Entraron. Era un local bastante pequeño y donde tanto los muebles como los artículos a la venta, incluso los clientes estaba todo apretado, compacto. Miraron las estanterías, donde había un montón de armas curiosas, con etiquetas indicando sus efectos, y el precio, en ocasiones desorbitado. ¿Quién sería el insensato que pagaría por ello?

Se aproximaron al mostrador donde una mujer hume de mediana edad los atendió.

- "¿En qué puedo ayudarles?" - dijo la mujer
- "Estábamos buscando un cuchillo, sencillo sin cosas raras ni nada, que corte, pinche y punto" - resumió Gides.

Ilwulf le susurró algo al oído a Gides.

- "Ah, y que sea barato" - añadió Gides.

La tendera les dijo que con esas características lo que más se ajustaba era una Daga. Dio media vuelta y entró al almacén. Salió al poco rato con un cuchillo y se lo enseñó.

- "Esto es una Daga, es lo más sencillo en cuanto a armamento se refiere, pero su diseño robusto la hace perfecta para el combate. Su ligereza y tamaño dan un toque de agilidad que con espadas mayores no se puede conseguir. Os la dejo por 200 guiles." - dijo la vendedora.
- "Mmm... me parece algo carilla, pero todo sea por el futuro del clan" - dijo Gides

Seguidamente sacó una bolsa con monedas de su bolsillo y pagó los 200 guiles. La mujer, antes de hacer efectivo el cobro, les dijo:

- "Antes de comprarla podéis probarla"
- "¿Cómo?" - preguntó Gides, que no había entendidod de lo que hablaba la mujer.
- "Digo que antes de comprarla podéis probar si es suficientemente ligera, si se adapta bien a vuestros movimientos, en el probador de allá." - les dijo señalando una cortina azul al otro lado de la tienda - "No querría que mis clientes se marcharan decepcionados con la calidad del producto."

Gides tomó el arma y se la cedió a Ilwulf.

- "Anda, ve a probarla" - dijo Gides a Ilwulf.

Ilwulf tomó la Daga y se dirigió al probador. Allí realizó algunos saltos y movimientos de prueba. Era tan ligera que difícilmente podría dañar armaduras pesadas, y su filo no era de la mejor de las calidades, pero a la espera de conseguir algo mejor Ilwulf volvió al mostrador.

- "Nos la quedamos" - dijo Ilwulf.

La tendera tomó los guiles y Gides e Ilwulf le dieron las gracias por sus consejos y se despidieron. Nada más salir de la armería fueron a casa de Lothost.

Lothost era un Nu Mou que se dedicaba a fabricar cataplasmas curativas, pero para hacerlo necesitaba hierbas lunares de la floresta. Les contó que cuando era más joven y tenía mejores dotes físicas sí que había ido él mismo a la Floresta de Turc y había luchado contra los licántropos para conseguir las hierbas, pero que desde hacía tiempo prefería pagar para que alguien se las trajera.

- "Pues eso, normalmente pago 20 guiles por bolsita" - dijo Lothost señalando un saco en el que podría meterse un moguri entero.
- "¿Bolsita?¿20 guiles?" - exclamó Gides
- "Y... ¿hay clanes que aceptan?" - espetó Ilwulf
- "Cuanta avaricia la juventud de hoy en día" - dijo Lothost
- "Verá, hemos comprado esta daga por 200 guiles" - dijo Ilwulf señalando el cuchillo que acababan de comprar - "por tanto haciendo cálculos necesitaríamos diez "bolsitas" para recuperar la inversión, y encima tenemos que ceder una décima parte al Ejército de Yutolandia, creo que lo más justo sería 60 guiles por bolsita."
- "¿60? ¡Que yo también tengo que vivir...!" - exclamó Lothost
- "A ver, a ver, creo que 50 es un precio razonable" - dijo Gides
- "Mmm..." - hicieron los tres a la vez - "¡Dejémoslo en cuarenta!" - gritaron al unísono.

Finalmente habían llegado a un acuerdo. Gides contó, con cinco "bolsitas" Lothost les daba 200 guiles que era recuperar la inversión de la Daga, a partir de ahí, seis "bolsitas" eran 240 guiles, de los cuales 200 eran para Gides y 24 para el Ejército de Yutolandia, lo que los dejaba con 16 guiles. Siete sacos eran 280 guiles, 200 de la Daga y 28 para el Ejército, lo que dejaba los beneficios en 52 guiles. Gides le pidió a Lothost diez sacos. Esto se traducía en 160 guiles de beneficio para el clan, poco pero algo, al fin y al cabo.

Ilwulf y Gides partieron de la casa de Lothost y salieron del pueblo de Camoa en dirección a la Floresta de Turc. No tuvieron ningún problema para encontrar el lugar, y lo primero que hicieron fue peinar la zona para ver dónde estaban las hierbas lunares de la floresta. Lothost se las había enseñado. Durante el día estaban encerradas en una cáscara protectora, por la noche la cáscara daba paso a una flor que brillaba ténuemente y su forma variaba según la luna. Durante la luna nueva brillaba de color anarananjdo, mientras que cuando había luna en el cielo la luz era blanquecina.

Vieron que había muchos arbustos con hierbas, pero todavía no era de noche. Cerca de ahí había los restos de un templo antiguo. Ilwulf tomó carrerilla y saltó hacia una cornisa, desde donde podría vigilar los licántropos. Gides no disponía de tal habilidad y lo único que hizo fue ocultarse tras unos bloques de piedra. Ahora solo faltaba esperar la caída del sol.