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Relatos de la Grand Line: Alborada de Hazañas - XXIV

lunes, 19 de mayo de 2014

Capítulo Vigesimocuarto: Corta Primavera

Con la llegada de la corta primavera en Belos las calles se llenaban de vida, las paradas florecían y la gente aprovechaba para hacer las compras de toda la semana, para así evitar tener que salir los días de otoño o invierno, demasiado fríos, lluviosos o nevados. Y el ciclo se repetía sin cesar.

Un hombre de mediana edad paseaba, junto con su carro de la compra, de parada en parada. Olward había vivido toda su vida en Belos, y toda su vida se había dedicado a trabajar la madera, como su padre le enseñó. Para no perder la tradición, Olward enseñaba a su hijo el oficio. Esa mañana esperaba un paquete de tierras lejanas.

"¿Qué te pongo, Olward?" le preguntó el pescadero.

"Ponme lo más bueno que tengas, hoy tengo algo que celebrar," respondió él.

El pescadero reflexionó unos instantes, ante la petición de su cliente. Instantes después llenaba un cucurucho de papel de unas exquisitas pescadillas que asemejaban su gusto a las preferencias del comensal.

"Con esto no puedes fallar, si tienes invitados," le advirtió el pescadero. Olward pagó la compra, se despidió del pescadero y se fue.

Saludaba a sus amigos y conocidos, a los primeros efusivamente, a los segundos, no tanto. Frutas, y verduras y carne. Las frutas y verduras, en su mayoría, eran de invernadero, debido a los bruscos cambios de temperatura de la isla. También los había de mercaderes que venían en barco, aunque de estos había más bien pocos, y sin embargo iban bien cotizados.

Las carnicerías se proveían de corrales y granjas de la misma isla, los granjeros, a pesar de todo, compraban ganado cuando algún mercader se presentaba, para poder diversificar las razas.

Olward notó algo extraño. Al girarse vio tres personajes de la banda de Duccus, el mafioso con cara cerdícola, que parecían estar siguiendo a alguien. No le daban muy buena espina y los consideraba una especie de parásitos en Belos, pero no osaba decirles nada por miedo a represalias. Marchó un poco más rápido para sacárselos de encima, pero entonces vio que ellos también aceleraban el paso.

"Mierda, mierda, mierda..." dijo en voz baja Olward, "espero que no me estén siguiendo a mí."

Para descubrirlo torció la esquina y esperó. El corazón le iba a cien, un corazón bien sano libre de infartos, por cierto, y las manos le temblaban. Los maleantes no aparecían, habría sido todo fruto de su imaginación. Ahora volvería a su casa, le entregaría a su esposa la compra y ella empezaría a cocinar las pescadillas. Después entraría en el taller y regañaría a su hijo por no tratar la madera con el debido respeto. Llamarían a la puerta y por fin recibiría su tan ansiado pedido.

Pero no iba a ser así.

De pronto vio un pie, luego otro y sin apenas darle tiempo tres caras lo miraban y se acercaban a él.

"¡Está ahí!" dijo uno de ellos de forma bastante audible.

"¡Es él!" dijo otro de los granujas de Duccus, "o por lo menos la descripción coincide."

La descripción hablaba de un hombre de mediana edad, de cabellos oscuros y algo de barba. Lo rodearon como gitanillos, sin darle opción a escapar. Uno de ellos habló.

"¿Eres Olward, el carpintero?" le preguntó, antes de darle tiempo a responder añadió "más te vale decir la verdad. A mis compañeros y a mí no nos gustan los mentirosos."

Uno de los que restaban callados se petó los nudillos de las manos, en posado claramente amenazador.

Por su mente pasaban diálogos como '¿qué queréis de mí, malandrines?' o 'iros a tomar por saco, desgraciados', pero sabía que hacerse el gallito ahora no le reportaría beneficio alguno.

"Sí, lo soy," dijo Olward.

"Bien, pareces inteligente," le dijo el hombre con el que estaba conversando, "sabemos donde vives, así que no intentes nada raro. El señor Duccus quiere verte, y quiere verte ya."

La cabeza de Olward hervía con posibles situaciones, finalmente, sabiendo que oponer resistencia no le daría más que problemas, habló.

"Ehm... primero tendría que pasar por casa para dejar la compra, mi mujer encontraría raro que tardara tanto rato," dijo de forma serena.

"Uhm..." caviló su interlocutor, "tienes razón."

En ese momento, del ayuntamiento salía Nolas Izold, el alcalde, junto con Barlos y Thara, sus guardaespaldas, y el joven Monty iba con ellos. Nada más ver el grupillo de malandrines Barlos se puso en estado de alerta, y así lo indicaba su coleta.

"Nosotros te acompañamos," le dijo el tipo que estaba hablando con Olward, "por si acaso."

En ese momento se dieron cuenta de que estaban siendo observados y abandonaron la escena.

"¿Qué estáis mirando?" dijo uno de los indeseables cuando pasaron por su lado, pero la situación no se caldeó más que eso.

La mañana pasó sin problemas para el alcalde, que recibía la aceptación de la gente de Belos. Era una persona querida. El clima era muy agradable y para descansar del garbeo se sentaron en una terraza, para tomar algo.

"Bien, ¿qué queréis tomar? Invito yo," les dijo Nolas.

"Un batido," dijo Barlos.

"Una copa de helado..." dijo tímidamente Thara.

"Uhm... no sé, un... refresco de cola," dijo Monty leyendo algo de la carta que le llamó la atención.

El camarero tomó nota del pedido. Conversaron un poco más y encargaron algo de comida para llevar. Finalmente, llegaron de nuevo al ayuntamiento. Una señora se acercó corriendo al verlos.

"¡Alcalde!¡Alcalde!" parecía nerviosa y angustiada, de alguna manera.

"¿Qué pasa, Kallin?" la expresión del alcalde cambió de su habitual de bonachón a fruncir el ceño. Que Olward estuviese teniendo tratos con Duccus como había visto antes no auguraba nada bueno. Kallin era la esposa de Olward.

"Olward, es Olward," le resultaba complicado articular una frase con sentido.

"¿Qué ocurre con Olward?" preguntó Barlos.

"Ha venido esta mañana... pero enseguida a vuelto a salir," dijo Kallin.

"¿Y qué hay de extraño en esto?" preguntó esta vez Thara.

"Estaba esperando un cargamento de madera buena, llevaba días excitado con la idea," les explicó Kallin, "por eso me extraña que haya desaparecido hoy mismo, que era cuando tenía que llegar."

El primer círculo, o el círculo más interno de Belos, tenía una atmósfera propia, algo más oscura que el resto de la isla. Dentro de uno de los locales, bastante ajado, en un subterráneo se encontraba Olward. El subterráneo estaba pobremente iluminado por torchas. Era un subterráneo enorme en el que Duccus guardaba sus barcos.

Los barcos estaban anclados en un espacio cuadrado de agua, contenido por placas de cemento, por el que se veía una salida. Probablemente daba al mar, pero Olward no estaba preocupado por eso, en cambio recordaba su conversación con Duccus.

"He tenido ciertos problemas con mi carpintero de barcos..." la expresión de Duccus era bastante autoexplicativa.

"¿Y qué pinto yo aquí?" preguntó Olward, extrañado.

"Por favor, no me hagas reír, mis fuentes saben y me dicen cosas," en un tono que no aceptaba réplica, "ha llegado a mi saber que en tus ratos libres reparas barcos, y yo necesito alguien que repare mis barcos."

"Uhm..."

"Puedo convencerte por las buenas o por las malas," le dijo Duccus, "por las buenas tendrás buena reputación entre mi gente y te garantizo que no tendrás ni un problema con nadie en Belos, y no te faltará nada ni a tí, ni a tu familia. Si es por las malas... bueno, prefiero no contártelo."

El estado de los barcos era bastante deficiente y le llevaría un tiempo ponerlos a punto. Sin embargo Olward era bastante práctico y cuanto antes se pusiera en marcha antes podría irse.

"De momento me fiaré de tí y no te pondré guardias, espero que no me des motivos para hacerlo," dicho esto Duccus se largó por las escaleras por las que habían entrado.

Por lo menos lo habían dejado trabajar solo, cosa que era de agradecer. Su única preocupación era poder comunicarse con su esposa, Kallin.

Nolas Izold se encontraba en su despacho junto con Monty, y Barlos y Thara.

"Creo que Duccus ha llegado demasiado lejos," dijo Nolas enfadado, "tenemos que hacer algo."

"¡Propongo destrozar su local!" la personalidad guerrillera de Thara afloraba.

"Lo que sí está claro es que tenemos que hacer algo con Duccus," dijo Barlos, "no puede andar por Belos como Pedro por su casa, pensando que puede hacer lo que le venga en gana sin dar cuenta de ello."

"Si tenemos que ir a su guarida me apunto," añadió Monty, "quiero ver si tiene barcos."

*TOC TOC*

"¡Adelante!"

Por la puerta del despacho entró Shaunt con un papel enrollado, resultó ser un mapa del círculo interno de Belos.

"El local de Duccus creemos que es este," dijo Shaunt señalando uno de los edificios del mapa, "en realidad todos los locales son de Duccus, pero sospechamos que algunos de ellos contienen otras mercancías."

"Esta primavera será muy corta..." dijo Nolas Izold.

2 quejas:

scaramanga dijo...

Esta primavera no será tan corta. Me temo que pronto lloverán chuzos de punta en forma de hostias en la ciudad-ombligo de Belos.

¿La base de Duccus está basada en la de los piratas en Bola de drac?

Muramasa dijo...

En realidad Belos tendría una estética similar a Water 7, y la base naval de Duccus sería como el escondrijo en una de las presas de Water 7. Supongo que se nota que es mi saga favorita...