World of Trollcraft: Chronicles
Cazatrolles en la Era Feudal
El héroe, que todavía no era considerado tal, miró el océano y dio media vuelta. Después de pasear por Tokyo acabó en un templo. Como todo estaba oscuro y apenas veía donde pisaba acabó cayendo por un pozo. Y caía y caía, pero no parecía tocar tierra hasta que de golpe... ¡PAF! se dio un golpe y quedó inconsciente.
El tiempo no parecía pasar como de costumbre. Todo tenía un ritmo diferente. Y el héroe seguía adormilado, inconsciente. Pero una figura por ahora desconocida le dio unas bofetadas. El héroe volvió en sí. Delante suyo tenía una chica joven, tal vez unos 17 años de edad, de cabello moreno largo, y recogido en una pequeña cola. El héroe no acababa de entender lo que decía porque hablaba un japonés arcaico, y él hacía poco que había aprendido japonés actual. Lo que sí pareció comprender era que la chica se llamaba Sango.
Estuvieron charlando un rato; por lo que Sango había deducido el héroe provenía de una época diferente, como su amiga Kagome. ¿Diferente? El héroe contempló sus alrededores, todo parecía tan rural, tan campestre, tan... feudal. El pozo lo había transportado hasta una reinterpretación del Japón feudal. De pronto fueron atacados por un grupo de monstruos.
Hasta ahora no se había percatado de ello, pero Sango carreteaba un enorme boomerang, especialmente diseñado para aniquilar monstruos, el Hiraikotsu, que usó para terminar con la bandada de monstruos que los acababa de asediar. Tal vez por la sorpresa, o bien preso de la inexperiencia, el héroe fue incapaz de moverse. En esos momentos se sintió un completo inútil.
Acabada la reyerta Sango notó que el chico que acababa de encontrar estaba algo deprimido, y le contó que es normal que la primera vez que ves un monstruo, o como decían en su aldea, demonios, no sepas cómo actuar, porque un demonio emana pensamientos negativos, pero que con algo de práctica se puede superar. También le contó que su aldea fue destruída por unos demonios, algo irónico porque era la aldea de los cazadores de demonios, pero que fue a causa de una trampa de Naraku, y que su hermano era presa de él y ella se había unido al grupo de Inu Yasha y Kagome porque todos tenían algo en contra de Naraku. Y entonces le habló un poco del grupo donde estaba: Kagome, que vestía raro y que venía de otra época; Inu Yasha, que era un semidemonio, que estaba coladito por Kagome aunque hiciera ver lo contrario; Shippo, un demonio zorro huérfano que había perdido a sus padres por culpa de Naraku; Kirara, su mascota y Miroku... al llegar a Miroku Sango suspiró. Miroku era un monje que perseguía a todo ser femenino que se moviese al que Naraku había maldecido otorgándole un vórtice en la mano que lo absorbía todo, que un día acabaría absorbiéndolo a él. A medida que iba diciendo esto último le iba temblando la voz. Este tal Miroku era un chico con suerte, ténía una chica que se preocupara por él.
De la mejor manera que pudo el héroe la consoló, no se le daba demasiado bien tratar a la gente que sufría, particularmente a chicas. Mientras la tenía entre brazos se dio cuenta de que Sango era más bien menuda, y sin embargo parecía poder lanzar el Hiraikotsu sin demasiadas complicaciones.
Una vez ya más calmada, pero sobretodo ya más animada, Sango le explicó al héroe que siguiendo una pista de la Shikon no Tama se había separado del grupo, y no los encontraba. El héroe se ofreció para ayudarla a encontrar su grupo, ella aceptó la ayuda encantada. Y ambos sintieron una presencia tan señorial como maligna... se trataba de un hombre de cabello largo y plateado que vestía una curiosa armadura junto con una túnica, y una katana. Le seguían un pequeño demonio y una niña, el héroe acabó deduciendo que el demonio era Jaken, la niña Rin y el hombre, Sesshomaru. Entonces Sesshomaru habló.
Se dirigió a Sango porque era la representante del grupo de Inu Yasha, aunque muy educadamente también se dirigía al héroe. Les dijo algo de una lanza que un maestro armero había hecho especialmente para Inu Yasha y que no estaba terminada o algo así, que el armero fue atacado por Naraku y que no había podido revivirlo ni con la Tenseiga. De repente Jaken sacó una espada de su bastón y la entregó a Sesshomaru. Era una espada visualmente cargada, su mango era un cuello de dragón y terminaba en forma de cabeza de dragón, de color rojo. La boca del dragón sujetaba una bola de cristal de color violeta. Las alas del dragón eran el protector de dedos, y la cola acompañaba una parte de la hoja.
Sesshomaru lanzó la espada al suelo, pero mientras volaba por el aire se transformó en una lanza del mismo estilo que la espada. La ahora lanza quedó clavada en el suelo. Sesshomaru dio media vuelta y se fue. Jaken y Rin lo siguieron.
Sango le contó al héroe que Sesshomaru no era un hombre, sino que era un demonio completo y que era el hermano mayor de Inu Yasha, al que menospreciaba por ser semidemonio. Sango recogió el arma que había quedado clavada en el suelo que mientras la desclavaba se transformaba en una espada nuevamente. Sango entregó el arma al héroe, puesto que ella estaba perfectamente armada y el héroe no poseía arma ofensiva alguna.
Sango le enseñó unas nociones del manejo de lanzas y espadas al héroe. Ahora no llevaba las ropas de campesina que vestía durante su encuentro sino que era un atuendo negro y rosado, más cómodo y con más libertad de movimientos. El cabello también lo llevaba diferente, ahora era una cola de caballo, contrario a la cola ancha de antes. Por preferencia el héroe prefería el aspecto anterior. En cuanto al uso de las armas el héroe aprendió rápido, además aprendió a transformar la espada en lanza y viceversa a voluntad.
Era de noche, y Sango y el héroe se habían separado para ver si alguien conseguía algo para cenar. De pronto en el punto de reunión apareció Sango con un jabalí en la espalda. El héroe llegó unos minutos más tarde con unos cuantos peces y unas frutas silvestres. Sango encendió un fuego y asaron el jabalí, al que rellenaron con algunas frutas. Después asaron los peces. Y cenaron. Hablaron un rato, hasta que decidieron hacer turnos para dormir. Primero fue el héroe el que vigiló el campamento, asegurándose de que no se desprendía olor alguno y de que estaban bien cubiertos y resguardados. No pasó nada durante las cuatro aburridas horas de guardia, ni unos monstruos, ni siquiera unos bandidos. Entonces el héroe despertó a Sango para que ella montara guardia y él pudiese descansar.
La chica tuvo que ir a buscar agua para mojarse la cara y quitarse el sueño de encima. Entonces el héroe cayó en un profundo sueño. Estaba él, y delante suyo Tessa, Ringo y Sango. Después aparecían unos monstruos como los del día anterior y él héroe no se podía mover aunque quisiera. Los monstruos se llevaban a las chicas... y el héroe despertó amarado de un sudor frío y con la respiración acelerada. Se trataba de una pesadilla, pero muy nítida y real. Aún tenía la sensación de que podrían aparecer los monstruos en cualquier momento y atacarlos. El héroe quedó tumbado en la improvisada cama del campamento, reflexionando.
El héroe se acercó a la zona de guardia; Sango se había quedado dormida. El héroe la estiró en la cama y la tapó. Su expresión era dulce, no parecía tener pesadillas precisamente. De repente murmuró:"Miroku..." El héroe montó guardia tratando de imaginar cómo era el tal Miroku que ocupaba parte de los pensamientos, preocupaciones y sueños de Sango hasta que amaneció.
Una vez salió el sol el héroe y Sango se pusieron en camino. Camino a ninguna parte. No sabían por donde empezar a buscar, no disponían de ninguna pista, fiable o no, y tampoco tenían ninguna señal. Todo cambió cuando el cielo de pronto oscureció y un rayo impactó contra el suelo. De repente apareció Naraku que con un tono burlesco les anunció que los compañeros de Sango se encontraban retenidos en una prisión de un cuartel de un pueblo lejano.
Naraku desapareció, dejando una pista. Era una foto. Y como no tenían nada más que seguir decidieron tomar la imagen como punto de inicio. Por supuesto temían que se tratase de una trampa, que parecía lo más probable, pero era el clavo ardiente al que agarrarse. Sango empezó a hacer memoria ya que era la que había visto más paisajes en este mundo. Su cabeza intentaba recordar, y a medida que pensaba le dolía más, pero no quería parar porque casi lo tenía.
Finalmente recordó haber pasado por allí, pero el pueblo estaba a una semana de donde se encontraban ahora. El héroe se vio con la obligación de sugerir intentar usar el shunpo. Sango montó a caballito y el héroe usó su técnica. No era ni de lejos tán rápido como cuando iba solo pero seguía siendo más rápido que ir corriendo. Y como resultado, tres días tardaron, en vez de la semana que estaba programada, incluídas paradas para dormir.
El pueblo no estaba tan animado como Sango recordaba, es más, estaba bastante desierto. No había ni un alma por las calles, y no solo eso, en las casas tampoco había nadie. Sango imaginó lo peor, los habitantes del pueblo convertidos en monstruos por Naraku y usados para retrasar la llegada hasta sus amigos: Naraku era así de retorcido, y lo peor es que se le veía capaz. El héroe iba buscando un edificio con forma de cuartel, debía estar en alguna parte y ni él ni Sango eran capaces de encontrarlo. Dieron varias vueltas al pueblo, pero eran incapaces de hallarlo. Había algo sospechoso en todo esto.
Se reunieron en la entrada del templo. Allí se sentaron, tal vez esperando una intervención divina. La cara de Sango mostraba lo que ella no quería dejar ver; estaba preocupada por sus compañeros. Pasó como un rayo por su cabeza. De repente notó una barrera maligna en la entrada del templo, pero sabía que era imposible romperla, almenos con métodos tradicionales. El héroe tuvo una idea: cortar la barrera con la espada... ¡ZAS!
La barrera se resquebrajó y desapareció. Sango y el héroe entraron en las inmediaciones del templo, pero seguían sin ver a nadie, ni a los habitantes ni monstruos, ni siquiera a los compañeros de Sango. Caminaban por el interior del templo sin rastro de nada, y les angustiaba el hecho de que ni un enemigo los atacara; era posible pensar que Naraku mismo estaría por allí, aunque era la peor de las posibilidades. El héroe tropezó con alguna cosa; era una trapa en el suelo, tal vez escondiese algo. Él mismo tiró de la cadena para abrir. No salía nada, excepto una voz:"¿Quién hay ahí?"
Un hombre de avanzada edad que se reconoció como alcalde del pueblo vio que no se trataba de Naraku y les hizo confianza de su situación. Llevaban encerrados ahí desde una semana, un sirviente de Naraku les traía la comida tres veces al día, pero a él no lo habían visto. ¿Casualidad? Una semana era el tiempo que llevaban desaparecidos los amigos de Sango. El héroe y Sango bajaron por la trapa, y se alegraron de descubrir que todo el pueblo estaba sano y salvo. El camino daba a un pasillo, pero no se podía acceder a él porque unos barrotes lo impedían; a todos efectos estaban encerrados. El héroe partió los barrotes con la espada, sin embargo recomendó a los habitantes del pueblo que se quedasen allí hasta que fuese seguro salir.
El y Sango torcieron a la derecha y siguieron caminando. El lugar era bastante lóbrego, realmente no era el lugar más apetecible para montar una fiesta, en las paredes había torchas que daban al lugar un toque más fantasmagórico. El camino giraba a la izquierda. Siguieron andando, al acecho por si eran atacados, pero tras caminar cinco minutos volvieron a torcer a la izquierda; único camino posible. Llegaron a un pasillo lleno de celdas similar al del otro lado solo que había una celda que brillaba. Sango y el héroe fueron hasta ella pero no había nada.
De repente Sango tuvo la misma sensación del rayo atravesándole la cabeza. Por ahí andaba otra barrera mágica proyectada por Naraku. El héroe cogió la espada y atravesó con ella la barrera que se resquebrajó y desapareció. En la celda que brillaba y en la que no había nadie ahora habían aparecido una chica, dos chicos, una especie de zorro y una gatito muy mono. Era evidente que Sango los conocía, porque ella gritó sus nombres y los otros gritaron el nombre de Sango. Partir los barrotes fue tarea fácil para Inu Yasha una vez había desaparecido la barrera. En pocos segundos el grupo estaba al completo, listos para la acción.
El grupo fue hasta la sala principal donde creían que podría estarles esperando Naraku. Nada más lejos de la realidad, todo estaba desierto. Aunque... Naraku apareció detrás de ellos e invocó una barrera. Inu Yasha la intentó romper, pero su voluntad fue en vano, la barrera parecía inamovible, entonces el héroe sacó su espada y rompió aquella barrera que unos segundos antes parecía infranqueable. Por lo visto Naraku había aprendido a hacer una barrera que Inu Yasha no podía romper, y eso era malo de cara a conseguir todos los fragmentos de la Shikon no Tama. Inu Yasha y el héroe encabezaron la embestida en contra de Naraku, seguidos de cerca por Sango y Miroku.
Naraku usaba magia para protegerse y atacar y provocaba cierto sentimiento de impotencia ver como él estaba con los brazos cruzados mientras el grupo estaba esquivando ataques suyos. El héroe transformó la espada en lanza, preparado para atacar. Usó el shunpo para colocarse detrás de Naraku, pero el enemigo no era cojo precisamente y se ponía detrás de él casi inmediatamente. Parecía leerle todos sus movimientos. El héroe entonces usó el shunpo una vez más y se preparó para atacar a su espalda. Naraku no fue lo suficiente rápido para evitar el impacto y acabó con la lanza clavada en una pierna.
Naraku se arrancó la lanza y usándola como arma atacó. Inu Yasha salió en defensa del grupo con su Tessaiga. El enfrentamiento fue más o menos igualado, pero cabe decir que Naraku estaba lesionado, lo que afectaba a sus habilidades y capacidades. Tras una lluvia de golpes Inu Yasha fue a dar el golpe de gracia a Naraku, pero este se desvaneció justo a tiempo, sin embargo el Hiraikotsu de Sango golpeo de manera contundente la cabeza del enemigo. El grupo se apartó de un Naraku que parecía estar sufriendo lo indecible. Por efecto de la magia que desprendía él la lanza se desintegró, finalmente Naraku desapareció. Parecía que a causa del golpe había olvidado a hacer barreras inquebrantables.
El grupo fue a rescatar a los olvidados habitantes del pueblo, que les agradecieron haberlos rescatado. Tras dos días de celebraciones el grupo se dirigió al pozo, al que tardaron una semana en llegar. El héroe se despidió de todos, hasta que llegó el turno de Sango al que el héroe le murmuró al oído:" Sango, tú que llevas el nombre del coral, eres mi princesa en la era Feudal. A mi marcha no te resistas, puede ser "adiós" o "hasta la vista"." Sango se sonrojó y el héroe desapareció a través del túnel.
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