Días después de su encuentro con Mutsumi, y viendo que llevaba demasiado tiempo en Tokyo el héroe decidió coger un tren y que lo llevara adondequiera que fuese, mientras fuera lejos de Tokyo. Y así acabó rondando por los alrededores de Sakuranomori, un acogedor pueblecito rodeado de naturaleza y de hermosos paisajes.
Caminando estaba, cuando en mitad del camino se le apareció su némesis: el Conde Mor. Sonreía amparado por un monóculo, una sombrero de copa y una capa a juego, y el héroe que no se lo pensó dos veces atacó rápidamente. Pero después de la ofensiva, donde tenía que estar la cabeza del Conde había únicamente el puño del héroe y algo de humo. El Conde miraba al héroe con un aire distraído, como si supiera que el héroe no era rival para él.
De repente el monóculo del Conde Mor emitió un brillo rojo. En breves instantes el héroe vio como del bosque despertaba un golem de tierra. El golem era como de barro, aunque por efecto de la exposición al aire se iba endureciendo, y pasó de arrastrar los pies con movimientos torpes a caminar de forma perfectamente normal. Sus ojos desprendían un brillo rojizo, un brillo parecido al que había emitido el monóculo. Y sus espaldas estaban cubiertas por cuatro o cinco árboles.
La mole de barro atacó con su brazo derecho, pero el movimiento fue tan lento que el héroe lo pudo esquivar con suma facilidad. El golem seguía atacando sin obtener resultado alguno, incluso para facilitar las cosas lo había dirigido al camino. De pronto estaban el golem y el héroe enfrentados cara a cara, pero no parecía haber rastro del Conde Mor. El golem se puso de cuclillas y agarrándose las piernas empezó a rodar hacia el héroe, adquiriendo cada vez mayor velocidad.
Viendo que un trozo de montaña se dirigía hacia él lo único que podía hacer el héroe era huir. El golem rodaba y el héroe corría sin mirar atrás, en un momento el héroe había llegado a la calle principal de Sakuranomori, y aunque le extrañaba no ver a nadie por la calle realmente no tenía tiempo de pensar en ello. En parte era mejor que nadie viese la mole porque podría cundir el pánico.
Por seguridad el héroe miró hacia atrás, y aunque delante suyo no había nada salió rebotado hacia atrás, como si hubiese impactado contra algo. Como por arte de magia en su campo de visión aparecieron varios habitantes de Sakuranomori que antes no estaban, y justo delante de él, doliéndose en el suelo por el impacto, estaba la chica contra la que había chocado. El héroe la ayudó a levantarse y le preguntó si se encontraba bien y que le disculpase porque no la había visto. La chica se disculpó también porque iba distraída leyendo, pero se encontraba bien.
La chica cogió su libro del suelo y se fue caminando. El héroe se quedó plantado como un estaquirote, preguntándose dónde estaba el golem, dónde estaba el Conde Mor y de dónde había salido toda esa gente. A lo lejos le pareció ver el Conde Mor que aparecía y se desvanecía; entonces entendió que había caído en una trampa ilusoria, que probablemente el golem no era real y que la gente había estado ahí todo el rato. La teoría de la gente parecía estar sobre las hipótesis correctas porque bastantes de los habitantes lo miraban con la cara un poco rara.
Después de las reflexiones volvió a su ser y se fijó que la chica caminaba cojeando. Se acercó a ella corriendo y le dijo que la llevaba al médico, pero no sabía donde estaba; la levantó y la llevó a espaldas mientras ella lo iba guiando. No se había fijado antes pero la chica era bastante menuda y pesaba muy poco. En la conversación de camino al médico la chica dijo que se llamaba Aoi Oribe y le gustaba mucho leer.
A cada paso que daba el héroe notaba una especie de cojín que se le clavaba, y es que no se había fijado tampoco antes pero Aoi estaba bien provista de delantera a pesar de ser tan menuda. Aoi le dijo que el médico era la puerta blanca a su derecha, el héroe con Aoi a cuestas entró. Una chica muy amable los atendió; como el pueblo era muy pequeño Aoi y la chica se conocían, y además la consulta parecía ser privada. La chica fua a avisar al doctor.
Un hombre de edad media-avanzada iba a paso tranquilo, sin prisas, siguiendo a la chica de recepción. Entonces saludó a Aoi y saludó al héroe y le preguntó a Aoi qué le había sucedido; ella le explicó que iba distraída leyendo por la calle y que había chocado con el héroe.
El médico, que resultó ser muy amable también, le dio un calmante y entonces le limpió las zonas de la mano heridas y las trató con una solución yodada. Esperaron unos minutos a que la piel absorbiese la solución y se despidieron del doctor y de la chica de recepción.
Una vez en la calle Aoi se dio cuenta de que el héroe no era de las cercanías, un poco tarde para darse cuenta pero mejor tarde que nunca. Entonces se ofreció para acompañarlo a visitar el pueblo de Sakuranomori. El héroe aceptó, en parte porque no tenía nada más que hacer, excepto, tal vez rescatar a Mario, pero esto será más adelante, y en parte porque quería saber más de ella: parecía que el héroe llevaba una buena racha con las chicas castañas de grandes delanteras. Vale, esta sería la segunda, pero ya llegarán más...
En fin, que Aoi llevó al héroe a los lugares más turísticos de Sakuranomori, que siendo un pueblo tan pequeño eran pocos.
Se notaba que Aoi disfrutaba con la lectura porque le contaba historias y sucesos de los lugares que visitaban que había leído en libros, y hablaba y hablaba y el héroe no se cansaba de oir esa voz aguda.
A la hora de comer Aoi llevó al héroe a su casa donde preparó unos bocadillos de pan de molde, arroz blanco y otras pequeñas recetas y se llevaron la comida. Caminaron a través de Sakuranomori y salieron del pueblo hacia la montaña, al cabo de un rato se encontraban en un llano donde Aoi tendió una manta y empezaron el picnic. Dentro de la manta estaba toda la comida que Aoi había preparado antes. Los dos se sentaron en el suelo, encima de la manta y ella le dejó probar un poco de todo.
El héroe llevaba días sin probar algo con sustancia, por lo que tenía bastante hambre, pero la comida estaba realmente deliciosa, no había necesidad de restar méritos a la cocinera. El héroe hizo notar tan magnífico ágape lo que causó el rubor de Aoi, que se restó méritos, y lo probó ella también y empezaron a comer. Mientras comían hablaban animadamente de todo y de nada.
Una vez hubieron comido se dispusieron a recoger los platos y lo dejaron todo atado con la manta. Después se levantaron y fueron a pasear por el bosque para digerir mejor. Tomaron un camino de tierra que llevaba a la cima de la montaña. El camino estaba rodeado de árboles verdes, y alguno anaranjado o marronoso, pero a medida que avanzaban y subían los había cada vez menos; también, a medida que estaban más altos podían ver mejor los alrededores.
El camino se estaba acabando, terminaba en un mirador que permitía ver el pueblo de Sakuranomori y el valle próximo a la localidad. Una valla intentaba impedir que la gente se despeñase y allí fue donde el héroe y Aoi se apoyaron para ver una magnífica puesta de sol. Aoi miró fijamente al héroe, acercó su cara a la de él y se besaron apasionadamente a la luz del ocaso.
[Censura patrocinada por World of Trollcraft: X (o H) Chronicles)]
La luz del ocaso era más intensa que antes, Aoi se levantó. Ambos se vistieron y Aoi le tendió la mano para ayudarlo a levantarse. El héroe vio una estrella fugaz en el cielo.
Ya era de noche cuando el héroe y Aoi descendieron por la montaña y regresaban al lugar donde habían dejado los bártulos, que todavía estaban ahí. Entonces volvieron al pueblo de Sakuranomori ahora silencioso, a diferencia del bullicio matinal al que había asistido, y sido causante, el héroe mismo. Las calles estaban desiertas, probablemente la gente estaba cenando en sus casas, y la única fuente de iluminación eran las farolas repartidas por la calle.
Aoi y el héroe caminaban acompasados, aunque el héroe iba dando medios pasos porque por cada paso del héroe Aoi tenía que dar dos. Enseguida llegaron a la casa donde vivía Aoi, junto con sus padres; como no había luz era de presuponer que estarían durmiendo, pero al llegar a la entrada del jardín la cortina del salón se corrió casi imperceptiblemente y unos ojos miraban atentamente: era la madre de Aoi que estaba cotilleando.
El héroe dio las gracias a Aoi por la comida y ella le agradeció que la hubiese llevado al médico. Aoi entró en casa donde su madre ya estaba con la antena puesta y dispuesta a acribillarla a preguntas sobre el hermoso mozo que se acababa de ir. El héroe, que no oyó nada de eso partió hacia Tokyo en busca de nuevas aventuras, y por qué no decirlo, en busca de nuevas mozas. De mientras en algún lugar indeterminado alguien espiaba al héroe y de fondo se oía una risa socarrona.
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SFM Reloaded [7x01]: Aoi Oribe
viernes, 18 de noviembre de 2011 a 9:30Idea Original/Plagiada por Muramasa
Relacionado con: Aoi Oribe, Fan-fiction, SFM Reloaded, World of Trollcraft Enviar por correo electrónico Escribe un blog Compartir en X Compartir con Facebook
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2 quejas:
La parte más interesante ha sido la lucho con el Gólem: habremos descubierto al fin tras casi 20 añazos qué o quién es el fistro duodenar?
El Conde Mor es el mejor villano évah!
muyy feaa es asco da kien la dibujooo huhuhuh :s
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